Bueno, yo soy un entusiasta de la naturaleza en general y de la caza y de la pesca en particular. Aspectos estos de mi persona que no debiera de explicar a título personal. Pero al estar en los medios de comunicación, me veo obligado a precisar, debido ???fundamentalmente- a memos de discurso estólido que me acusan de optimista o pesimista, dos calificativos que no estoy dispuesto a tolerar. Luego están esos que dicen ser mejores cazadores o pescadores que yo. Pobres diablos. Estos últimos utilizan para su medición diferentes parámetros a los que utilizo yo. Tal vez haya sido un pelín furtivo en mi remota juventud. Ni lo hice, ni lo volveré a hacer. Y si me apuran, hasta en mi madurez. ¿Y quién no?.
Mi ???discurso??? está siempre debidamente documentado sin obedecer a patrón alguno y mucho menos a los políticos de uno u otro signo. ¿Pueden decir todos lo mismo?. En fin. Yo creo que a los memos de discurso estólido no hay que hacerles caso. En su pecado está la penitencia.
Es cierto que soy un privilegiado en obtener información que jamás atentó, ni atentará, contra el secreto profesional o la LOPD. Pero no es menos cierto que he dedicado, y sigo dedicando muchas horas al estudio, al trabajo y al campo. Tal vez demasiadas para lo que se estila hoy en día. Sepan que los miles de libros que hay en mis dos moradas (para disgusto de mi mujer), no los he comprado para calzar las sillas ni para vestir las paredes.
Jamás he negado que dada mi humildísima procedencia (y encima emigrado) no adorné las paredes a su debido tiempo con los diplomas que otros obtuvieron durante su juventud. No obstante, tengo que decirles, que formación no me ha faltado, y que a mis sesenta años todavía no he tirado la toalla y sigo estudiando de forma no reglada. Yo, estudio aquello que me gusta y lo hago tal y como me da la gana. Cada vez más, por cierto. A MÍ, NADIE ME HA REGALADO NADA. Me han quitado mucho, muchísimo, eso es cierto. Pero ya no tengo capacidad para odiar. El tiempo les ha demostrado que en su pecado está la penitencia. Pero ni me alegro, ni me disgusto por ello. Me importa todo un comino. Es cierto que no me gustan esos titulillos sacados con esfuerzo y dinero de hacendados o laboriosos progenitores. Decía que no me gustan nada esos sujetos que esgrimen sus titulillos como patentes de corso para no hacer nada. Pobres diablos. No se dieron cuenta de que después del título, para saber poco, les esperaba toda una vida de estudio y sacrificio. Otros, dieron un pelotazo inclinando su testuz ante los señores subvencionados para construir parques eólicos o parques fotovoltaicos. Eso todavía no ha explotado, pero explotará. Y lo hará como lo hizo el ladrillo o las ya olvidadas punto.com. Los mayores menos que conozco suelen tener dos carreras y un máster. He visto tontos por todas las partes. Los he visto cargados de estrellas y hasta con capelo cardenalicio. Y ni mentarles quiero los que he visto entre los políticos de todos los tiempos y partidos. Los políticos se merecen un libro que diera continuidad a esa PICARESCA ESPA??OLA que todavía no ha cesado. Lo que pasa, es que algunos, además de pícaros, son falsos, chorizos y fatos. Es cierto que en España existen ???Torrentes??? tan bien llevados al cine e interpretados por Santiago Segura. Pero no es menos cierto que los antes citados son los menos. La inmensa mayoría de Españoles y de Europeos son buenos, trabajadores, honrados y honestos a carta cabal. Ninguno se merece semejantes sinvergonzones al timón de esta nave que cuando no la saquean, la abandonan frente al temporal.
Recuerdo, con nostalgia, el olor de aquellas bibliotecas monacales de antaño donde los gatos eran importantes por dos razones. Primera: para que no se comieran los libros las ratas y los ratones. Segunda: para encuadernar con su piel curtida, qué pena, aquellos tomos monumentales que su sola presencia imponía respeto, aun cuando por dentro, como muchos artículos de las actuales ???hojas parroquiales políticas???, contuvieran los escritos de algún Fray Gerundio de Campazas (alias Zotes), clérigo, borrego y cabezón. Un fraile que inmortalizó el Padre Isla para su perdición. Pues por unas y otras causas, sufrió persecución.
ENTUSIASMO, OPTIMISMO Y PESIMISMO
La palabra entusiasmo, en su segunda acepción de la Real Academia Española (RAE), significa: adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño. Yo, como entusiasta de la NATURALEZA en general, lucho con todas mis fuerzas desde mi pequeña parcela para evitar los muchos males que la acechan. Naturaleza ésta, que sin ambigüedades, amo con todas mis fuerzas. Tal y como está el patio, creo que sólo se pueden vencer los desafíos mediante el entusiasmo para luchar una y otra vez hasta con gastadas herramientas. El entusiasmo no es una cualidad que se construye o que se desarrolla. No. El entusiasmo, como su definición dice, es un estado de fe y de afirmación. Yo, y perdonen mi petulancia, aspiro a aunar esfuerzos para transformar las cosas. Un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero. Parva scintilla, exavitavit mangnum incendium. Hay mil dichos que avalan lo anteriormente escrito. La persona entusiasta es aquella que cree en su capacidad para transformar las cosas, y de paso, cree en la de los demás. La persona entusiasta está impulsada a actuar basándose en la fuerza y en la certeza en sus acciones. El entusiasmo es lo que da una nueva visión de la vida.
Entusiasmo es distinto de optimismo. Mucha gente confunde el optimismo con el entusiasmo. Optimismo, en su primera acepción de la (RAE), significa: propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable. Es una postura amable ante los hechos que ocurren. En cambio, el entusiasmo es acción y transformación, es la reconciliación entre uno mismo y los hechos. Solo hay una manera de ser entusiasta y es: actuando entusiastamente. No son «las cosas que van bien» lo que trae entusiasmo, es el entusiasmo el que nos hace hacer bien las cosas. Hoy, más que nunca, es necesario creer en uno mismo, en la capacidad de hacer, de transformarse y transformar la realidad que nos rodea. TODOS TENEMOS QUE CAMBIAR. Nadie nos va a echar un piolín en nuestro quehacer. Pero callarnos, es de cobardes. Y echar la culpa a otros sin tenerla, es de miserables. Y criticar a quienes ponen la carretilla boca arriba, es de hijos de puta.
Pesimismo, en su primera acepción de la RAE, significa: propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable. Es lo contrario al optimismo, cosa que yo no practico, pues creo que si mejoramos en lo que tenemos, podemos optimizarlo, pero antes de empezar hay que saber de dónde partimos y qué, quienes o cuáles son los principales obstáculos. Jamás se mejorará aquello que se deja al albur del tiempo. Jamás se puede mejorar nada si no somos valientes y cogemos el toro por los cuernos. Un toro que nos puede ???amochar???. Pero para dar parabienes y abrazar farolas, para eso no estoy yo. Hay que dar enhorabuenas y abrazos, totalmente de acuerdo, pero hay que dárselos a quienes se los merece. Lo políticamente correcto es falta de compromiso y querer quedar bien con todos, pero tal y como están las cosas: no se puede.
Criticar la parte negativa de las cosas, es bueno siempre y cuando se esté bien documentado, pero omitir las cosas buenas y no citar a sus responsables, es de una maldad inconfesable.
Ya lo ven, mi forma de proceder es sumamente primaria. Ya lo sé. Pero con principios y valores inmutables. Por eso siempre consideré que dar es bonhomía, y recibir: vasallaje. No puedo dar mucho, lo sé, pues jamás me preocupé de guardar para mis nietos y ya, por no tener, como dice Sabina, no tengo ni edad de merecer.
Imagen superior: Nido de cernícalo común (Falco tinnunculus) con cinco crías, encontrado y fotografiado por Miguel Ángel Romero Ruíz