Si cada estación climatológica supone una serie de cambios en los elementos que componen los ecosistemas, la primavera puede ser calificada como el renacer y resurgir de la vida. Alimento y agua en abundancia, apareamientos, crianza, migraciones, floración… Una época sin igual para descubrir esos mágicos mecanismos que regulan el sorprendente equilibrio de los ecosistemas.
La orografía y los componentes climatológicos existentes en Euskadi provocan variaciones incluso dentro del propio territorio. Como consecuencia, la primavera puede hacerse notar de forma más intensa en unos u otros puntos. Tanto en animales como en vegetales los cambios provocados en la primavera son básicamente hormonales y fisiológicos, y se desencadenan debido a la temperatura, fotoperíodo y disponibilidades de agua y alimento. Aunque tradicionalmente se dio a la temperatura una gran importancia como mecanismo básico, parece que su importancia no es tal, siempre y cuando se mantenga entre unos determinados límites. Contrariamente al caso de la primavera, para los procesos de largo letargo invernal, tanto en vegetales como en animales, su importancia parece que es mayor. El fotoperíodo presenta dos componentes. Por un lado, el número de horas de luz que soporta el ser vivo a lo largo del día; y por otro, la intensidad de luz que le llega. Normalmente se le considera como mecanismo regulador básico, siendo responsable de que, en un momento dado, se dispare el instinto migrador de ciertas especies de aves, viajando en una u otra dirección en busca de climas más propicios.
Agua
La disponibilidad de agua y alimento, más que un elemento desencadenante de toda una serie de procesos, es una consecuencia de la llegada de la primavera, que permite el desarrollo de toda una serie de mecanismos ecológicos. Por ejemplo, las aves eclosionan cuando el número
de insectos es mayor, y por tanto el alimento es más abundante. Los vegetales germinan cuando, antes de los calores estivales, la disponibilidad hídrica es mayor. Los animales de sangre fría crían cuando la luz y la temperatura es tal que las crías pueden mantener la temperatura corporal sin grandes esfuerzos. De esta forma, no hay mucho problema de que los depredadores se alimenten de ellos debido a su abundancia.
Euskadi, a pesar de la profunda transformación del territorio que ha sufrido derivada de los procesos de industrialización, urbanización y creación de infraestructuras, aún dispone de espacios con unos valores naturalísticos importantes, que da gusto contemplarlos en la primavera, aunque por supuesto también en otras estaciones. La existencia de tres regiones, desde el punto de vista paisajístico en que se divide nuestro territorio -atlántica, de transición y mediterránea- hace que incluso las consecuencias ecológicas de una u otra estación del año, puedan ser algo distintas según nos encontremos en una zona u otra. Así, las variaciones climáticas existentes en cada zona condicionan unos tipos de vegetación, algunos comunes pero otros diferentes.
En general y a fin de conocer cómo influye la primavera, vamos a considerar un ecosistema de bosques caducifolios. Dentro del bosque caducifolio pueden distinguirse el caducifolio propiamente dicho y el bosque de hoja marcescente, esto es, que la hoja ya seca, permanece en el árbol durante la mayor parte del invierno. La primavera, pues, influye de dos formas. En el caducifolio activando el proceso de formación de nuevas yemas, y en el de hoja marcescente activando la suelta de hoja y la generación de la yema.
Vida
En los bosques caducifolios, al igual que en la mayoría de los ecosistemas, la primavera condiciona el desarrollo de la vida animal. Las agallas de los robles, donde han permanecido escondidas una o varias larvas de insectos parásitos, según especies, vuelven a recobrar vida permitiendo que los animales salgan al exterior y mediante su picadura parasiten nuevos árboles.
En los hayedos, los hayucos que habían caído el año anterior al suelo comienzan a germinar en un suelo húmedo, rico en materia orgánica y que el sol comienza a calentar, condiciones estas idóneas para el desarrollo de la nueva planta. Las aves que anidan en estos bosques lo hacen en épocas más tardías que en los de hoja perenne. Este hecho, aparentemente sin importancia, no es otra cosa que un ejemplo del perfecto mecanismo adaptativo entre el reino animal y vegetal. Cuando los árboles están sin hojas cualquier nido puede observarse con facilidad, y se encuentra por tanto vulnerable al ataque de los depredadores. En cambio, cuando el árbol tiene follaje desarrollado los huevos y polladas se encuentran ocultas y protegidas por las hojas. En resumen, la primavera es el momento idóneo para observar la naturaleza.
Migraciones
Uno de los fenómenos más espectaculares que se producen en la primavera son las migraciones, característica de dos épocas del año. En el otoño llegan a nuestros campos y bosques aves procedentes del norte de Europa, que buscan territorios menos fríos para pasar el invierno. En la primavera las aves proceden del sur de Africa, y lo que buscan es, precisamente, un clima menos caluroso que el de aquellos países para pasar el verano y poder sacar adelante a sus crías. De todo ello se deduce que las aves que nos visitan en primavera comenzarán a invadir la Península por el sur, para ir ocupando territorios más norteños a medida que la entrada de la primavera dulcifica el clima. El mecanismo adaptativo de todas ellas es perfecto. Cuando llegan es el momento máximo de alimento; a medida que éste se empieza a agotar, estas aves, migran hacia el Sur, donde debido a las condiciones climáticas vuelven a encontrar alimento en abundancia.