Tema candente y de actualidad. Siempre desde mi “hide” y cuando ya estoy preparado para fotografiar a todos y cada uno de los animales que acuden a saciar su hambre y sed, con elementos tan primarios como son el agua y la comida, me pregunto:
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo es posible que ser humano anteponga la vida animal a la de él mismo? ¿No le basta con ver a diario la desgracia humana? La poca sensatez de los animalistas me asusta.
En cada una de mis salidas a fotografiar animales, me doy cuenta de que aún siendo cazador de escopeta, puedo admirar todas los que pasan por delante de mi cámara, algunos de ellos relacionados con el silvestrismo. Los observo, me fijo en su comportamiento, en como beben y que es lo que comen a diario. No llego entender la persecución y acoso a este noble arte, a la captura sin muerte, a la selección de ejemplares, al trato que reciben cada uno de estos con paciencia y esmero.
En definitiva, un sinfín de actuaciones con el objetivo pasional de continuar una afición en la que prima encontrar un buen ejemplar y no la cantidad: Para luego cuidarlo al más mínimo detalle y exhibir el ejemplar como si se tratara de un rey, atendiendo todas y cada una de sus necesidades.