Pese a que
los cazadores vascos,
en términos
generales, siempre se
han distinguido por
tener unos auxiliares
bien plantados y de
razas cualificadas,
hasta hace 20
ó 25
años a algunos
cazadores del resto
de la
península les
era suficiente
cualquier mestizo
para la caza de la
menor. Para no
incurrir en el enojo de
algún lector,
quisiera aclarar que
una cosa es la facha y
otra los resultados.
Queda pues bien
claro “que de
la raza no siempre
viene galgo”.
De todas
formas en la
actualidad un dato es
evidente en
relación a la
elección de
perro; la inmensa
mayoría de los
cazadores intenta
hacerse con animales
descendientes de
padres que han
denotados sus
cualidades
cinegéticas y,
a poder ser, de pura
raza. Sin embargo
tampoco esto quiere
decir que
automáticame
nte estos animales
van a resultar un
tachado de
habilidades
cinegéticas,
pues no,
sencillamente porque
en la mayoría
de los casos de un
buen cazador sale un
buen perro y si
éste tiene
afición y casta
mucho mejor.
Así
se dice que no hay
perro que no se
parezca al amo,
aunque
convendría
matizar que algunos
perros excepcionales
hacen cazadores a
muchos
neófitos. Y si
de la efímera
vida de un perro no
se invierte en su
educación y
adiestramiento sus
dos o tres primeros
años, resulta
que se nos hace viejo
aprendiendo y nunca
podremos gozar de
las exquisiteces de un
perro adiestrado. La
primera norma y
más
importante a tener en
cuenta es que el
cazador debe siempre
hacer de cazador y al
perro hay que dejarle
hacer de perro, con
muchísima
paciencia,
desterrando el palo e
intentando que haga
su trabajo por
convicción y
nunca por miedo.
Durante el
adiestramiento
conviene mantener al
perro dentro de una
distancia prudente
para poder controlarle
mejor. Es preferible
que cacen solos, a
muchos cachorros la
envidia les hace ser
imprudentes y
atropellados. Hasta
los seis u ocho meses
no conviene proceder
a la
enseñanza, el
animal debe limitarse
a salir al campo,
familiarizarse con
él y conocer
bien a su
dueño. Al
año
empezará a
asentarse y a
comprender lo que se
le exige, mientras
tanto es posible que
entienda la
enseñanza
como un juego. Un
perro bien adiestrado
debe saber marchar
al lado izquierdo del
cazador, obedecer a
la voz cuando se
pretenda que busque,
que vuelva, que pare
y que cobre. A cazar
en corto cuando
así se le exija
y, sobre todo, a
mantener la muestra.
Cazar por alto y
mostrar la caza o
hacer la puesta es
cosa instintiva en los
perros de pluma,
así como
cortar el terreno e
incluso en algunos
perros buscar las
querencias de las
aves, sobre todo los
sorderos cuando se
alargan mucho,
conscientes de su
responsabilidad para
no levantar las
becadas.