Los primeros pasos; para cualquier raza:
Empieza como un juego entre 8 y 12 semanas. El cachorro aprenderá a partir de las 8 semanas. Se encauzarán sus instintos, transformándolos en hábitos positivos.
Lógicamente, lo primero que el cachorro debe saber es su nombre. Pondrá atención sobre la orden que le des cuando, conociendo su nombre, le llames antes de darle la orden. La repetición es un secreto en el entrenamiento de perros, y un cachorro que oiga repetidamente su nombre acabará reconociéndolo.
También se le debe enseñar la orden no para cuando quieras que desista de hacer algo improcedente. No pronúncialo en tono agudo y enérgico. Si persiste, un golpe ligero le ayudará a entender. ??sta, y siguientes voces que cite, cada cual las dirá en su idioma deseado y que le salga fácilmente en el instante preciso. Eso sí, siempre las mismas voces para cada orden. A tal efecto, recomiendo hacerse un listado de vocablos.
Cuando haga algo a tu gusto, tanto salga de sí como respondiendo a una orden, dile bien en tono suave, mientras le acaricias y, si procede, le das un capricho a su boca.
Acudir a la llamada
Los cachorros buscan distracciones. Llama su atención pronunciando su nombre, ordena aquí dando palmadas y corriendo para que te siga. Luego, déjate coger, cuando te alcance halágalo con palabras y caricias. El empleo de las manos es importante; lo mismo para castigarle que para premiarle. Puedes estimularlo ofreciéndole un cacho que tengas escondido para que acuda inmediatamente a la orden.
??ste, como otros ejercicios, es mejor iniciarlo bajo techado, donde el cachorro no tenga distracciones. Luego, se va aumentando las distancias y se pasa a lugar abierto y tranquilo. A medida que lo va dominando, progresivamente se le exige en situaciones más conflictivas; por ejemplo, cuando esté distraído con otro perro.
Una vez que responde, en todos los casos, acudiendo a la llamada con la voz aquí, conviene asociarla con silbidos y señales durante un tiempo, de forma que lo hagamos con las tres a la vez. Adoptar siempre el mismo vocabulario, pitido y gesto. En mi caso, complemento con dos silbidos breves y un movimiento del brazo en alto. Luego, a medida que lo domina, se aplicará solo una de las tres formas de llamada, la que convenga en cada caso, y deberá producir el mismo efecto. Como en la práctica de la caza no conviene vocear, insistiremos hasta que reafirme su respuesta inequívoca a los pitidos de llamada. Cuando acuda con presteza, conviene darle un cacho que le guste. Veréis como lo asimila pronto y acude raudo en cuanto oiga el silbato. Como en todas las enseñanzas, también en ésta conviene seguir un proceso evolutivo; sencillo a complejo. Solo aumentaremos el grado de complejidad en la medida que responda bien.
Acostumbrarlo a las detonaciones; para cualquier raza de caza
Después de los ejercicios ???insisto: concluyéndolos siempre con una buena respuesta- paso a servirle su comida, para que relacione trabajo con placer.
Me dejo ver cargando la comida en su escudilla. Antes de servírsela, produzco tres sonidos lo más parecidos a escopetazos. Qué relacione que esas detonaciones no son dañinas, sino que, por el contrario, son el preludio de su satisfacción por colmar su natural voracidad, la de todo perro sano en desarrollo. Mientras esté comiendo, repito las detonaciones y, si muestra cierta alteración interrumpiendo su alimentación, le tranquilizo acariciándolo mientras le hablo cariñosamente.
Utilizo una paellera grande, suspendida verticalmente del techo por un asa, y la golpeo con un martillo. El sonido es similar al disparo. Avisa que va a comer inmediatamente. Acto seguido dejo caer de plano, sobre el terrazo, la escudilla de acero cargada de comida, lo que produce fuerte ruido. De esta manera asocia los estampidos a la comida y los oirá con fruición.
Es un método sencillo, cómodo y eficaz para que asocie el ruido fuerte como algo deseable. Acierto o casualidad, nunca me salió un perro temeroso al disparo. Si el ruido le asustara hasta el punto de abandonar la comida y refugiarse en el fondo de la caseta, deberemos encontrar pronto las causas.
Existen revólveres detonadores, que usan los adiestradores profesionales con el fin de corregir el problema. El origen puede ser sicológico o físico. El primero podría corregirse, el segundo creo que no. Pasado un tiempo, si continuara temeroso a los ruidos fuertes, deberíamos cerciorarnos que efectivamente tiene problema con los disparos. Si le sacamos al campo, disparamos un tiro al aire y huye despavorido lo tendremos complicado. Si lo merece, dedicaremos un tiempo prudencial intentando eliminar su pánico al disparo, será difícil y, si no se le corrigiera, deberíamos prescindir de él más pronto que tarde, porque no nos servirá como compañero de caza.