No es fácil que el recurso de la pesca pueda dar satisfacciones a tantos cientos de miles de pescadores que hay en la península. Así que ante esta perspectiva de especies foráneas, no resta más que aprovechar el potencial recreativo que nos brindan lucios, basses, siluros, truchas arco iris, luciopercas,… El lucio tiene un protagonismo importante en esta historia pues estamos hablando de un pez especial de la familia de los exocidos, con 525 dientes muy afilados entre mandíbula y paladar, que puede llegar a pesar más de 30 kilos y tragarse una pieza tan grande como él. Su vitalidad en los momentos de caza es asombrosa, llegando a alcanzar los dos metros por segundo. Algo así como una moto de mucho “reprís” pero de recorrido corto. Por reproducirse durante marzo y abril se autoriza su pesca durante todo el año, ya que la hembra llega a depositar hasta 12.000 huevos por kilo de peso. Puede llegar a vivir 16 años y come de todo, pero especialmente peces, ranas, culebras, ratas de agua, patos, garzas y toda clase de animales que pueblan las aguas que habita. Se relata el caso de aquel campesino que llevó a su mula a beber a un pantano donde un gran lucio que al parecer había devorado a casi todas la truchas, mordió a la bestia por el belfo, y se agarró tan firmemente que la mula lo sacó del agua. Accidente gracias al cual el dueño de la caballería pudo pescarlo. Con el enigmático bass, originario de América del Norte e introducido en la península hace aproximadamente 50 años, acontece algo parecido que con el lucio pero con mucho menos incidencia depredadora, aunque también responsable de la perdida de riqueza ictícola. A diferencia de la trucha que obtiene alimentación preferentemente insectívora en sus diferentes estados metafórsicos, no precisando necesariamente nutrirse de la fauna piscícola, el Bass tiene forzosamente que alimentarse de los peces vivos y necesariamente de la minitalla piscícola que convive con ellos por consiguiente los señuelos más idóneos para su pesca serán aquellos que su aspecto sea más afín con la del pez vivo, si bien entran aunque con menos incidencia a la mosca o a las gusanas de tierra. El hecho de que sea en otoño cuando mayor actividad desarrolla hace que su pesca junto con la del lucio se pueda practicar en muchas comunidades durante todo el año. Sin lugar a dudas al reducir sus poblaciones siempre beneficiaría a una deseada pero remota recuperación de nuestra fauna autóctona.
Foto. Oscar Hernandez