Empezaron el lunes de la semana pasada y por ahora han rescatado más 1.200 carpas. Son cerca de 130 voluntarios y pertenecen a las asociaciones y clubes de pesca deportiva de las comarcas ribereñas que se han visto afectadas por los desbordamientos del Ebro.
Por ahora, los pueblos de la provincia de Zaragoza han declarado cerca de 8.000 hectáreas afectadas por las inundaciones. Durante los días críticos, el río se apoderó de esos terrenos y arrastró con virulencia a los peces. Poco a poco, el agua ha ido volviendo a su cauce y ha salido a la luz otro problema: miles de carpas han quedado varadas en los campos, atrapadas entre los matorrales y sin poder volver al río mientras el nivel del agua baja cada vez más.
Los agricultores observan cómo algunas todavía nadan entre sus cultivos pero también cuentan por docenas los cadáveres que ha dejado a su paso la riada. Para tratar de atenuar los daños, los aficionados a la pesca deportiva se han lanzado al rescate in extremis de las carpas encalladas que todavía resisten.
José Manuel Martos, presidente del club Meandros del Ebro, cuenta que a día de hoy son más de 130 los voluntarios que se afanan en salvar a estos animales. La labor arrancó hace casi dos semanas La Zaida y pronto se extendió por los pueblos ribereños afectados entre la comarca del Campo de Borja y la de la Ribera Baja del Ebro.
«Creamos un grupo genérico de Whatsapp para organizarnos y varios subgrupos por zonas. Así nos vamos informando de dónde vamos a actuar cada día y de cuántos peces salvamos. Esta misma mañana -por el viernes- hemos sacado otras 30 carpas de tamaño considerable y entre todos, que tengamos constancia, hemos salvado ya a más de 1.200» relata Martos.
Para esta labor, cuentan con el beneplácito de los agricultores, pues deben entrar en sus campos para buscar los peces. «En la mayoría de los campos en los que nos estamos metiendo está toda la cosecha perdida porque llevan dos semanas llenos de agua y se ha podrido todo, de forma que son los propios agricultores los que nos van diciendo dónde están los peces para que entremos».
Los primeros días la labor resultaba algo más fácil. El nivel del río todavía estaba alto y bastaba con sacar al pez del campo, echar una pequeña carrera a pie y soltarlo en el río. Luego, los voluntarios pasaron a utilizar la bicicleta y con el paso de los días la logística se ha ido complicando todavía más. «Como los campos ya quedan lejos, tenemos que ir en coche y llevar en el maletero bidones de 200 litros llenos de agua en los que trasladamos hasta el río a los peces. En el bidón tampoco caben muchos porque estas carpas pesan de media unos cinco o seis kilos, de forma que vamos y volvemos una y otra vez».
La mayor parte de los voluntarios trabajan en otras cosas de forma que invierten en esta labor su tiempo libre. «Si no las salvamos nosotros, ¿quién lo va a hacer?«, se pregunta Martos. Quinto, Pina de Ebro, Fuentes de Ebro, Osera, Villafranca de Ebro, Gallur, Alagón o Novillas son solo algunos de los pueblos en los que se está llevando a cabo esta exhaustiva tarea.