Dos accidentes más con víctimas mortales en Galicia hace diez días debieran hacernos reflexionar de nuevo sobre la seguridad antes, durante y después de la acción de cazar. Poco a poco en la presente campaña se van sumando las tristes noticias de siniestros también en otros sitios como Guadalajara, Lleida, Barcelona o Asturias, sin olvidar el fallecimiento que hubo que lamentar en Sopuerta en septiembre, durante una batida de caza mayor y en la que falleció un hombre con residencia en Castro, o el aficionado guipuzcoano que se cayó desde un puesto de caza desde una altura de diez metros. Todos sabemos, nos guste más o menos, que la caza en general es una actividad de riesgo y, ante ella, solo cabe reforzar las medidas de prevención y seguridad para evitar los accidentes.
Una sola víctima mortal ya es un precio excesivo para una actividad por la que disfrutamos del monte y la naturaleza. A pesar de todo, se cifra en casi un millón de cazadores los que salen al monte cada fin de semana en época hábil, la siniestralidad en números sigue siendo afortunadamente muy baja, aunque que se lo expliquen a quien le ha tocado de cerca algún accidente. Así que mejor prevenir antes que lamentar luego.
ARMAS. Sin duda, la parte más complicada es la del uso de armas deportivas. Todas ellas disponen de un mecanismo de seguro que impide la acción del gatillo y que solo debe ser quitado en el momento preciso, justo antes de disparar. Por supuesto, tirando sobre una pieza de caza y cuando se cuenta con todas las garantías de que el disparo no irá a donde no debe, esto es, se ha identificado la pieza, se tiene la seguridad de que no puede hacer daños a terceros y tampoco que pueden causar rebotes o enviar tiros al viso. La eficacia letal de una escopeta de caza cargada con perdigones se disipa a partir de cincuenta o sesenta metros, no así la del rifle, cuyas balas o rebotes pueden volar cientos de metros e ir a parar a cualquier lado. Habrá por tanto que tener siempre en cuenta la peligrosidad de la escopeta o rifle en todo momento, sin confiarse en ningún caso. Algunos perdigones de escopeta llegan más de lo que creemos, así que nada de riesgos.
Los que han practicado alguna competición de tiro conocen bien las estrictas medidas de seguridad que hay que mantener en todo momento en las canchas. Escopetas abiertas y descargadas, modo de cerrarlas y cargarlas, apuntar hacia adelante, armas enfundadas y demás pueden ser un buen comienzo para las normas que luego se deben de observar en la caza, y que no dejan de ser medidas lógicas y preventivas. Las armas, cargadas solo cuando se va a cazar, realizando la carga hacia arriba o hacia el suelo, por si acaso hubiera algún disparo fortuito, y jamás en dirección a personas o cosas. Mantener el seguro echado hasta que se vaya a utilizar, vigilar que el cañón esté siempre limpio y los choques estén bien prietos, y descargar el arma al atravesar obstáculos o zonas de seguridad.
Tampoco dejar la escopeta ni rifle apoyado en un árbol, muro o similar, ni al alcance de los perros o de otros factores de riesgo, controlando siempre dónde y cómo está, sin utilizarla como herramienta para que nada que no sea su propio uso. Además, en cacerías colectivas o zonas de pase, será conveniente tener unas gafas de protección para evitar perdigones perdidos. En la caza mayor es obligatorio portar el chaleco reflectante y, a pesar de ello, jamás disparar a ramas que se muevan ni similares hasta no certificar que lo que hay detrás es una pieza de caza.
Tampoco se debe abandonar el puesto, y al disparar, no hacerlo hacia otros puestos y evitando zonas que puedan causar rebotes. Antes y al acabar la jornada de caza, comprobar el perfecto estado del arma. No apuntar jamás a nadie, aunque esté descargada. Un solo despiste una sola vez puede resultar fatal, así que no nos despistemos. No dejemos que la descargue el diablo.