La caza de la paloma torcaz en pasos tradicionales atrae con especial interés a un importante número de cazadores vascos, que no dudaran en desplazarse a las grandes sierras con la esperanza de acertar con ese día de la gran pasa.
Es la fiebre del pájaro azul. Cuadrillas enteras de cazadores pertrechados con todo lo necesario arrancarán en breve hacia sus acotados en la montaña.
Comentábamos la semana asada que las perspectivas de la caza mayor a nivel peninsular eran excepcionales, pese al criterio establecido de año bueno de pluma, malo de pelo.
Bien, pues con las migradoras va a suceder otro tanto. Tarde o temprano, altas o bajas, las palomas van a pasar, igual que todos los años, unos cinco millones de ejemplares, aproximadamente.
Lo que conviene es que lleguen con buen tiempo y viento sur, para que se aproximen bajas, a tiro. En cualquier caso, al haber mucho hayuco en la sierra es fácil que algunos bandos se ceben en las hayas y aguanten días sin emprender nuevamente el viaje al sur peninsular.
El mayor atractivo está en cazarlas cuando, cebadas en la zona, se desplazan en pequeños grupos de un monte a otro. Las torcaces entran nobles, sueltas y se matan bien, con lo que el cazador selecciona mejor al disparar.
Los grandes bandos de paso vuelan más rápidos (a unos 80 kilómetros por hora) y normalmente a más altura; los cazadores más precipitados, que no la dejan cumplir, disparan a veces a bulto.
Afortunadamente es una de las pocas especies en clara progresión, favorecida por las siembras, y es previsible que todos aquellos que ocupen con asiduidad los puestos palomeros podrán disfrutar durante tres o cuatro días de ese gran misterio que es la migración de las aves Alguien puede pensar que se trata de una modalidad cinegética sencilla y asequible a cualquier cazador, cuando lo cierto es que hablamos de aguantar estoicamente las inclemencias del tiempo durante toda la jornada.
No es fácil abatir palomas, pues suelen entrar rápidas y fuera de tiro. Son fuertes, poderosas y aguantan mucho el perdigón por encima del seis. Las pocas veces que entran bajas es conveniente tener las chozas bien camufladas, para que no se azoren. Para cobrarlas en montes vestidos, nada mejor que un buen perro que aguante sentado en el puesto, además, siempre es más provechosa su compañía que la de un amigo que no para de moverse.
Dejarlas cumplir es tan efectivo como agradecido para los puestos próximos, y cuando alguna cae a consecuencia de los disparos de varios puestos…., bueno se trata solo de una paloma, no merece la pena perder la compostura.
Y para terminar esta serie de recomendaciones, dirigidas preferentemente a los cazadores de nuevo cuño, no olvidar recoger escrupulosamente todas las vainas de los cartuchos disparados y cualquier botella o plástico que haya quedado en el puesto.