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TODO POR CULPA DEL HOMBRE

TODO POR CULPA DEL HOMBRE

Pretender establecer las especies que podrían sobrevivir en la actualidad en base a las que existieron hace 100 ó 200 años en Euskadi, es evidente que no se puede argumentar, sencillamente porque concurren distintas circunstancias en uno y otro periodo, demografía, deforestaciones…

¡Qué lástima! Sin embargo, existen factores similares que nos animan a pensar que en nuestro hábitat tienen cabida algunas especies ya extinguidas.

Es obvio que las poblaciones no serían tan numerosas, pero también es cierto que la climatología, orografía y la base de alimentación de algunas especies se pueden relacionar con tiempos pasados.

Hace cuatro siglos en el valle de Gordexola los regidores disponían que “se corran los lobos”, y normas detalladas en los escritos parecen indicar que se debía presentar batalla a un verdadero ejército.

Se citan cazadores famosos de la época, Pericón de Minaur, Juan de Urtiaga, Pedro de Villamonte, Domingo de Aranzagorta. El Concejo de Gordexola distribuyó 300 reales entre los cazadores y estableció una multa a los hombres que al oír el toque de campanas no acudiesen al monte con su escopeta.

Las Ordenanzas de Baracaldo, rehechas en 1614, marcaban un día para acudir al monte todos los hombres de la anteiglesia. En 1768, en el Valle de Trucíos, los habitantes atemorizados por los daños de los lobos, exponían sus quejas a la Junta de Encartaciones, estableciéndose premios de cincuenta ducados para quienes matasen algún lobo.

En 1666, en la anteiglesia de Etxano, se entregaron ocho reales a los cazadores que mataron dos lobos en Leniz. En Leniz en 1685, se mataron 18 lobos. En 1782, en el Concejo de Arrigorriaga, se establecieron premios a los cazadores por matar los lobos.

En Villafranca de Ordizia, se abonaron, en el año1590, doce reales por la muerte de un lobo y cinco años más tarde se dieron cinco ducados por la muerte de otro lobo, cuatro ducados en 1608, seis ducados por doce lobos.  

En un libro de Juntas del Valle de Carranza se hace constar que en el año 1668 se entregaron doscientos reales a un cazador de osos. En 1685 se pagaron 250 reales a uno que mató tres osos y en 1688 se estableció que pusiese control a los daños producidos por los osos.

En 1782, en Arrigorriaga, aparece escrito como por falta de estímulo de los vecinos iban en aumento los animales salvajes, y se estableció un premio de setenta y cinco reales de vellón para quien matara un oso, cuarenta si era cachorro y cuatro si era cría.

Igualmente, las anteiglesias de San Miguel de Basauri, Zaratamo, Ugao-Miraballes, Okendo, Arrankudiaga, Abando y Barakaldo establecieron premios por la caza de los osos. En Gipuzkoa, los vecinos de los montes comunales de Aralar y Ernio, allá por el año 1578, redactaron una ordenanza en virtud de la cual se establecían seis ducados por cada oso abatido.

Se deduce por los libros aportados por la citada colectividad que en unos pocos años se dieron muerte a 19 osos, en aquella pequeña comarca. Los ciervos, corzos y sarrios, existieron en abundancia en los montes de Galdakao, Ubidea y Orozko.

En el término municipal de Ataun (Gipuzkoa), durante el año 1829 se abatieron 47 corzos. Hacia el año 1895, el famoso “lobo cojo”, al que le faltaba un pie posiblemente por causa de un cepo, llegó a ser la pesadilla de los pastores de Zeanuri, Orozko y Zuia.

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Redacción periódico digital Desveda #caza #pesca #tirodeportivo #rural #naturaleza

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